Queridos colegas, miembros de la Instancia Diagonal, director entrante y miembros de esta Asamblea:
Concluir un trayecto hace presente su inicio.
Dos años atrás, el Aggiornamento de las Escuelas y la Nueva Política Juventud -impulsadas por la AMP- empezaban a producir sus primeros efectos. Con esa orientación emprendimos la tarea de sostener algunos funcionamientos y, al mismo tiempo, renovar aspectos de la vida de la Escuela, para dejarnos incautar por lo nuevo.
A propósito del “estilo de vida”[1] del analista, J.-A. Miller señala que no es el de un verdadero Diógenes. Entre otras cosas, porque no podría vivir en un barril.
Lo mismo sucede con la Escuela: debe ser localizable en la ciudad. Y aquí estamos, en la nueva sede, frente a uno de los lugares más emblemáticos de nuestra urbanística, la Cañada.
Encarnamos el movimiento que implicó la mudanza. De él aprendimos algo fundamental para la gestión, que quiero transmitir. (Así es la permutación: justo cuando capté, me voy; pero vale, porque son saldos de un saber incorporado):
- Como en la interpretación analítica, para gestionar hay que valerse de la ocasión. Encontramos la oportunidad para realizar la mudanza y no la dejamos pasar.
- Sabemos que las tensiones imaginarias sólo consolidan la inercia. Conversar nos permitió despejar la enunciación de cada quien, articular acuerdos, sostener diferencias y valorar el contrapunto[2]. Pero no bastó con conversar: había algo que sobrepasaba las palabras. Los objetos. También nos reunimos para moverlos, y lo hicimos en un clima de alegría.
- Para propiciar nuevos nudos, durante la mudanza, pusimos a favor el síntoma. Por eso invitamos al directorio adjunto a producir un umbral[3]: una zona de transmisión y de cambios.
Para el avance del psicoanálisis es aconsejable estar en la ciudad, siempre y cuando juguemos una “irreverencia disimulada” hacia los dioses de la civilización.
Durante estos dos años orientamos nuestras Jornadas como reverso de esos dioses.
El primer año relativizamos el imperativo de la despatologización con un saludo: “¡Buenos días, angustia!”.
El segundo año pusimos la lupa en la ferocidad algorítmica del superyó: cuanto más se le concede, más exige. Para ubicar en las antípodas, un principio ético: “Querer eso que se desea”.
Estos temas nos permitieron trabajar Seminarios de Lacan que introducen vuelcos decisivos en su primera enseñanza.: La angustia y La ética… Convocamos a los miembros de la Sección a producir en torno a ellos.
Constatamos que en nuestro discurso el saber no está hecho de antemano: se produce.
Se elabora en las secuencias clínicas, en las mesas plenarias y, de manera privilegiada, en las Enseñanzas del Pase.
Nos las ingeniamos incluso para sentar al analista practicante en el banquillo: armamos dos Jornadas Clínicas, las últimas con 230 asistentes, de los cuales muchos eran integrantes de servicios públicos de salud.
Esta elaboración clínica, se sostiene de la enunciación, y constatamos que engancha al deseo por las vías de la transferencia. Conviene mantener fortalecidas estas vías. Me es insoslayable hacer un comentario sobre lo que ocurre en Francia hoy, se pretende aprobar una enmienda mentirosa e ideológica que pone en riesgo la transmisión del psicoanálisis. Como parte de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, seguiremos inventando maneras de poner a cielo abierto nuestra mayor prueba de eficacia: la elaboración clínica de nuestra práctica.
No quiero ser exhaustiva con lo realizado. Prefiero transmitir el efecto de retroacción que permite este corte.
Por eso retomo la secuencia de publicaciones que recibió la librería, que circularon en los carteles, que discutimos en las Noches, que la biblioteca recensó y que la revista Mediodicho citó. Es una secuencia notable.
Recibimos El Seminario 14. Lo palpitamos.
Nos iluminaron los Primeros Escritos de Lacan durante las Noches de Escuela.
Llegaron dos cursos de Miller —Respuestas de lo real y Silet—, que presentamos y estudiamos.
Recibimos un número de Ornicar? totalmente impar: “Lacan redivivus”.
Conversamos sobre dos textos de Miller que orientan la vida de la Escuela: ¿Reinventar la Escuela? y Teoría de Turín sobre el sujeto de la escuela.
Recibimos tres números de la Revista Lacaniana, en cuyas páginas relevamos la formación que la misma Escuela dispensa y un camino preparatorio para el próximo Congreso: No hay relación sexual.
Junto a ella, llegaron dos números de El Caldero, donde pudimos seguir el pulso político que, como Sección, también protagonizamos, a nuestra medida y manera: Mutaciones y Escuela sujeto.
Y en la serie de publicaciones de la Escuela, los dos números de Mediodicho que editamos: Asociación libre y Repetir, repetir, repetir. Este último título, tuvo que arrancarle al corazón de la repetición lo nuevo. Encontró, una vez más, cómo dar cuenta de las instancias de garantía de la Escuela, al publicar el texto de Laurent Dupont, sobre el control y en la sección dedicada al Pase, la enseñanza de Mariana Gómez en diálogo con Mauricio Tarrab.
Repaso este listado y tomo verdadera dimensión de la inconmensurable tarea que llevaron adelante Virginia Gutiérrez, Ana Bianco, Josefina Elías, Gloria Sensi y Carolina Córdoba.
A ellas, y a quienes las acompañaron, a quienes trabajaron en la Secretaría y la Tesorería, no sólo corresponde felicitarlos por lo realizado, sino agradecerles por lo que enseñaron: que el deseo, ese escurridizo, es dócil al significante y, por fortuna, puede tomar giros indestructibles. Es a la vez “sumiso e ingobernable”[4]: esa es la paradoja que aprendí con ellos.
La permutación es la novedad que J.-A. Miller imprime a la forma Escuela y la pone a funcionar en todos los niveles.
Si hoy permuto es porque la Escuela depositó su confianza en mí durante dos años para desempeñar la función de directora.
Deseo haber estado a la altura de esa responsabilidad y haber aportado con mi rasgo.
Conté con ustedes, mis colegas, para llevar adelante la tarea.
Cada uno arrimó el hombro[5], puso su libra de carne, su producto y su relación a la causa.
Así funciona esto.
Solo tengo palabras de gratitud para mis compañeras incansables: Silvia Perassi y Carolina Aiassa. Valoro que trabajaran desde una posición analizante y que argumentaran sus “sí” y sus “no” cada vez que hizo falta. Valoro sus gestos de compañerismo y sus interpretaciones oportunas.
También agradezco a la Instancia Diagonal, que fue caja de resonancia, brújula y escabel; a través de su presidente –Gisela Smania- al Consejo Estatutario.
No ahorraron ni un efecto de extimidad, ni un corte.
En la Escuela hacemos valer los actos de palabra. Por eso, dirigido a quienes he nombrado especialmente y a cada miembro de esta Sección, digo: gracias.
Fue una experiencia que me marcó, que abrió encuentros y conversaciones esenciales.
No faltaron dificultades, ni momentos de soledad; aun así, encontré una satisfacción particular en dedicarme con mesura a los asuntos delicados y con determinación a los cruciales. Puse la firmeza de mi deseo, tiempo y presencia. Ahora, dejo el lugar con alegría y con una gratitud que afianza mi transferencia de trabajo.
Por fin, abramos el resquicio: que vuelva a entrar el aire fresco de la permutación.
Digamos “adelante” a la posibilidad de perforar la rutina, de sorprendernos nuevamente, de sostener lo que toca la razón de nuestra Escuela: el psicoanálisis de la orientación lacaniana.
Pilar Ordóñez
Córdoba, 19 de noviembre 2025
[1] Jacques-Alain Miller, ¿Reinventar la escuela? Ed. Grama, Bs. As. 2024, p23.
[2] Theodor Adorno en Filosofía de la nueva música, hace un elogio del contrapunto porque aporta una complejidad y una polifonía.
[3] Walter Benjamin en El libro de los pasajes, trabaja este concepto como un “entre”, un espacio liminar.
[4] Jacques -Alain Miller, Cómo terminan los análisis, Grama, Bs. As. 2022, p 42.
[5]Jacques Lacan, El señor A en Los confines del Seminario, Ed Paidós, Bs. As., 2022, p 68.
