Lo que el psicoanálisis pudo saber respecto a la psicología infantil fue, en un comienzo, a partir de lo que los adultos en análisis podían transmitir. La riqueza de esas comunicaciones permitió abrir un espacio enorme para la investigación analítica, la sexualidad infantil, la experiencia traumática o la determinación de la relación al Otro en los primeros años de vida son algunos de esos aspectos. No tardó mucho en surgir el interés entre los analistas por el trabajo clínico directamente con niños. Inicialmente, y esto tal vez siga hasta nuestros días, hubo una ligazón con lo educativo, lo pedagógico. Los nombres de mujeres como Anna Freud o Melanie Klein son jalones en el desarrollo del análisis con niños.
¿En nuestros días el psicoanálisis con niños constituye una especialidad? ¿El analista que trabaja con niños requiere de una formación específica que lo capacite para esa tarea?
Tratándose el niño de un sujeto, tomando en cuenta la responsabilidad que todo sujeto tiene respecto a la estructura, ¿es posible considerarlo un síntomas de sus padres?, y aún cuando no sea así, ¿es posible trabajar con prescindencia de la transferencia colateral que se establece con los padres?
Preguntas que la Orientación Lacaniana ha respondido muchas veces pero que, en acto, aún parecen necesitar de esclarecimiento.
También el enorme espacio de la psicosis infantil y de la discapacidad reclama hoy un trabajo más sostenido de los analistas en lo que hace a una puesta al día de nuestros conocimientos y en la inserción en las instituciones dedicadas a tal fin.
Es posible que Mediodicho contribuya al debate sobre esta cuestión al dedicarle este número.
La Redacción
José Antonio Vidal
Beatriz Reyna de Rabinovich
Eduardo Abello
Marcelo Casarín