Estamos en la época de la hiperconexión  lo que nos permite decir y saber casi todo inmediatamente. Los mensajes no demoran en llegar,  los videos o imágenes no demoran en viralizarse.

Sentados desde cualquier lugar podemos en segundos contar y mostrarle a  otros cuestiones íntimas de la vida, difíciles de soportar muchas veces, pero que con la ayuda de lo virtual se encuentran modos que lo facilitan. Eligiendo a alguien cualquiera, por ejemplo, como cómplice de nuestro malestar, lo cual nos permite la creencia respecto a una confidencia, que tal vez no sea tal, por el simple hecho de que no sabemos a quién nos dirigimos. Podemos conocer poco de su biografía virtual, y sin embargo sólo con decir algo obtenemos un alivio suficiente, suponiendo ya que contamos con otro allí.

En la perspectiva de ver y saber casi todo inmediatamente me pregunto ¿qué hace de límite en esta época?

Pareciera que hoy las personas quedan sueltas de ciertos nombres que las sujetaban, de los ideales y las identificaciones. Nos preguntamos muchas veces qué lugar juegan las instituciones en la vida de los jóvenes, la escuela, el club, etc. No siempre son un referente suficiente para hacer de borde que los contenga y ordene.

Pero lo virtual, las redes sociales, tampoco lo son.

Estamos en una época en donde los sujetos se deslizan por la vida sin poder detenerse en ningún lugar; sujetos que al salirse del techo bajo el que se alojaban, por ejemplo, la familia para los adolescentes, o la pareja, etc., se sumergen en lo contingente o en lo desconocido, llegando a veces a cierta errancia. Esto como consecuencia de que los instrumentos que la época les ofrece para orientarse no son suficientes para permitirles la construcción de un lazo social estable, un lazo que no sea tan líquido, un lazo que detenga el deslizamiento de la desorientación y que les permita un lugar que amarre; es decir, que constituya una referencia.

La hiperconexión puede ser una herramienta válida, porqué no. Permiten a muchos sujetos un lazo virtual con el otro, es decir, un lazo en donde el cuerpo no entra en juego, experiencia aliviadora para muchos. Pero también, en otros, la hiperconexión acarrea una desconexión del lazo, un estar solo, acaparado por la pantalla. El cuerpo excluido pero sin alivio. No hay un encuentro con la mirada, con la palabra, con el tono de voz, con los gestos, con el ruido de la vida.

Entonces, retomando la pregunta ¿qué funciona como límite hoy?  No se trata de ir por la vía de reaccionar, como un puro hacer, prohibiendo o permitiendo, como si no fuera posible forjar un límite de otra manera. Sino más bien autorizar al sujeto en su propia y singular modalidad de hacer, acompañándolo en su responsabilidad ante su elección en su modo de lazo, siempre y cuando esa modalidad lo sostenga a ese sujeto en la vida, lo ancle, lo alivie.

 

Luciana Rolando