Hace un par de meses atrás, por los medios locales se difundió la noticia de que una alumna de un colegio secundario local había sido agredida por una compañera, mientras otras tres registraron el hecho con un celular, que luego reprodujeron en las redes sociales. Según lo informado, la agredida debió ser hospitalizada y no quiso volver al colegio, y la agresora fue expulsada. Ambas fueron reubicadas en otras instituciones educativas.
Este no es un hecho aislado. El fenómeno del “bullying” es una de las manifestaciones de la violencia actual que ha cobrado gran notoriedad en el ámbito escolar en estos días.
De ninguna manera se puede asimilar el fenómeno de la violencia humana a una cuestión instintiva, ya que no responde a ninguna causanatural o biológica, como sí sucede con los animales. El hecho de que el humano nazca en el seno de un mundo de lenguaje, en un registro simbólico y de las significaciones que de él se derivan, lo aleja de esas especulaciones. Lo que se constataes que el acto violento aparece como el rechazo más absoluto de lo que es diferente y, en especial, de lo que hay de más insoportable en el propio sujeto. Es decir,se revela como una forma de atacar en el otro lo que el sujeto no puede poner en palabras sobre sí mismo.
Propongo entonces hacer una lectura respecto de cuáles serían las coordenadas que determinan esta figura del “bullying”.Tomaré algunas, a partir de la noticia anteriormente citada (La escuela que se sobrepone al “bullying”. (La Voz del Interior. Nota del 15/07/2014).
Los mismos compañeros de las alumnas plantean que “si (esas chicas) hubiesen podido hablar, no se hubiesen `chivado´ tanto”. Es decir, que estos chicos reconocen la oposición entre la palabra y el acto, ubican la violencia situada en su límite extremo, en los límites de la palabra -siempre y cuando la palabra en sí misma no sea una manifestación de violencia, como en el caso del insulto.
Los jóvenes adjudican la causa a “la cuestión de los novios”. Esto implica que ala falta de palabras que puedan nombrar las novedades en el cuerpo y en las relaciones personales, sexuales y sociales, se suma el momento actual de crisis de las identidades sexuales.A los adolescentes les cuesta cada vez más encontrar referencias claras para la feminidad o la masculinidad, una respuesta orientadora a la pregunta de cómo ser hombre o mujer hoy.
También señalan que “los `estados´ de Facebook suelen ser nefastos…”.Sobre todo si hay un clima hostil o una rivalidad latente. Lo que indica que estas crónicas son siempre anunciadas de alguna manera. Por otro lado, en una época donde lo imposible es no ver, la prevalencia de la función de la mirada hace que estas situaciones también se transformen, vía las redes sociales, en un espectáculo que se ofrece con una satisfacción que se añade a la violencia misma.
Pertenecer a un grupo o por lo menos, compartir un espacio, pone a los chicos al resguardo del bullying. Es por eso que, aunque no sean ni los acosadores ni los acosados, eligen callar o aplaudir, elección que está condicionada por el temor al rechazo y a ser una víctima de la violencia ejercida contra aquellos que por una razón u otra aparecen como diferentes.
Abordar este modo de conflicto desde la perspectiva victimario-víctima, implica quedarse en la fascinación del espectáculo, perdiendo de vista de qué son síntomas esas situaciones. Cuando lo punitivo pasa por medidas estandarizadas como la expulsión, resulta segregativo y suele dejar al adolescente despojado de amarras sociales, por fuera de su grupo de pertenencia y de su ámbito escolar conocido.
El psicoanálisis de la orientación lacaniana es el discurso que permitiría que se haga un lugar a lo que no anda para los sujetos singulares, considerados uno por uno,en el malestar que le es particular y específico. Pero teniendo como punto de partida que el sujeto es siempre responsable. Ese es un punto ineludible.
Y en lo institucional se trataría, por un lado, de hacer una lectura de esos síntomas sociales en el ámbito escolar, y por otro, se hace absolutamente necesario crear espacios donde la palabra circule, y pueda ser escuchada, articulada e interpretada, privilegiando el respeto por la diferencia y la subjetividad de cada uno.
Ana Gallegos