Como Editorial de este número, el posterior a nuestras Jornadas nos pareció importante retomar las palabras que para su cierre dijo la Directora de la Sección, Diana Paulozky, “pues ellas reflejan el espíritu de trabajo de esos días”: Es verdad que por mi función, últimamente debo abrir o cerrar jornadas. Estoy segura que ese abrir o cerrar puertas no es sin efectos.
Sabemos que no es ni en la apertura, ni en el cierre; que es en el entre; en el entre de ese abrir y cerrar de puertas, donde se producen los efectos. ¿Cuales?
Es un hecho; por más que esforcemos nuestros oídos, sabemos que en las jornadas no se aprende. Sí, se producen encuentros. Estas jornadas han dado prueba de ellos.
Gracias al efectivo trabajo de la responsable, Gabriela Dargenton, que junto a la Comisión Organizadora, ha posibilitado este espacio de discusión, en el que cada uno se ha expuesto. Es verdad que en cada intervención cada uno lo hace a su estilo y forma, porque lo que es seguro hoy, es que ya no podemos escudarnos en la confortable infatuación del silencio.
Decía entonces que no se aprende sino que quedan en nosotros esos trazos, a veces deshilachados, que toman la forma ya sea de certidumbres, o mejor aún, de interrogantes.
Puedo entonces retomar esos trazos, los míos, los ecos de nuestras discusiones y encontrarme con algunas de nuestras certidumbres:
Tal vez sería mejor que después de haber escuchado tantos nombres, los nombres se borren y quede de estas jornadas una imagen, la de nuestro afiche. Es de un pintor, nuestro cordobés, C. Vittar; que ha sabido representar, tal vez sin saberlo, el feliz encuentro con el arte, que es lo que ha sucedido en estas jornadas: “La gota en el agua”. Y de ese modo, cada uno de nosotros, los que hemos intervenido, nuestros invitados, ustedes, con su presencia, somos esa gota de agua, contribuyendo gota a gota a no ser tragados por nuestra civilización actual.
Quería dar entonces mi respuesta, a modo de declaración de amor, al síntoma de analista: La Escuela.
Voy a leerles el párrafo que he elegido para la contratapa de nuestro Volumen. Es el último párrafo del trabajo de Colette Soler. Lo leo, dirigiéndome a la Escuela.
“Tú eres… -dice- Escuela -digo yo- mi síntoma, es sin duda lo que al final de un análisis puede decirse como más sólido. Este amor esclarecido que, a diferencia del amor loco de los surrealistas, no exalta ni a la Dama ni al Hombre, que corta el aliento a los parloteos auto-gozados del amor, es tal vez lo mejor que podemos esperar en la coyuntura del siglo”.
Diana Paulozky