Débora Rabinovich

¿Qué queda de la identificación sexual? Una letra resto de un sueño escrita con un trazo muy fino y a conservar. Una letra que puede ser otra. Vista de un lado W de Women, vista del otro M de Man.

El analista dijo: lindo sueño. Es un concentrado, un depósito. El objeto a entre usted y el mundo.

Nunca se trató, en mí, de una posición masculina al estilo marimacho. Lo que sí estaba en juego era algo del orden del cortejo, de lo galante, de cierto uso de algunos semblantes masculinos.

Gabriela Dargenton

Lacan afirmó en su Seminario del 9 de Abril de 1974 que “el ser sexuado no se autoriza más que de sí mismo; pero agregaría y por algunos otros”. Esta afirmación implica que más allá de lo que en el Otro se pueda clasificar con los semblantes de hombre o mujer, hay en la identificación sexuada una elección de goce y no sólo de puro semblante.

La identificación al síntoma como salida del análisis, incluye de modo privilegiado la lectura que cada uno hace a la identificación sexuada que fue su arreglo con el goce en su lazo con el partenaire sexual. Las variedades, las singularidades como también lo que resta , dan el relieve al sínthoma que permite el acceso a un trozo de Real , no-todo. ¿Podría la identificación sexual escapar de eso?

Fabián Naparstek

La virilidad supone siempre una posición ligada a la fobia. En efecto, es un deseo prevenido por la posibilidad de perderla. Es así que hoy las mujeres se quejan de que los hombres son fóbicos; tienen razón, es la estructura viril. En ese sentido, eso supone siempre una posición de cobardía. En cambio, en el final la identificación viril abre a la posibilidad de un coraje que avanza sin la prevención del tabú al otro sexo y permite hacer la apuesta de un deseo decidido.

Deberemos esperar de los AE hombres para que testimonien de su coraje?

Marina Recalde

Al final de un análisis, el punto de arribo, permite diferenciar que lo real no es más solo lo imposible, sino lo contingente. Es decir, algo se escribe. Un real como contingente más que imposible, bella fórmula de cosecha milleriana, que permite ajustar aún más la perspectiva del sinthome y la lógica del no-todo. Expresiones contingentes, entonces, de la lógica del no-todo, que permiten un nuevo modo de sortear la fijeza de la función fálica. Fijeza que lleva al intento fallido de intentar hacer existir la relación sexual, vía la identificación, creyendo amar dando lo que se cree que se tiene.

Porque ¿qué es el falo sino aquello que se ubica entre hombres y mujeres, indicando que la relación sexual, es decir, la proporción, no existe, pero que paradójicamente intenta dar una medida que supondría sortear el malentendido, cuando en realidad no hace más que desencontrarlos?

Sin embargo, tal como nos recuerda Lacan “esto no significa que (las mujeres) no puedan tener, con uno solo, elegido por ellas, la satisfacción verdadera-fálica. Satisfacción que se sitúa con su vientre. Pero como una respuesta a la palabra del hombre(…) Para eso es preciso que acierte. Que acierte con el hombre que le hable según su fantasma fundamental, el de ella. De este fantasma extrae efecto de amor a veces. De deseo, siempre (…) No ocurre tan a menudo”. Pero ocurre.

Jorge Agüero

La clínica del psicoanálisis nos da cuenta que la sexualidad, en tanto que experiencia de goce, divide al sujeto, enfrentándolo a lo más íntimo, que es al mismo tiempo lo más ajeno a sí mismo.

También la práctica clínica y la teoría psicoanalítica muestran la inexistencia de una identidad sexual primigenia y fija.

El sujeto adopta una posición femenina o masculina de acuerdo a su relación con el falo. Es frente a este objeto imaginario, al mismo tiempo que un significante, que un sujeto adopta su posicionamiento.

Es decir hay un proceso de subjetivación que frente a la inexistencia de una identidad sexual, se aferra a una identificación.

En la infancia, a partir de una plenitud andrógina, hasta el descubrimiento de la diferencia entre los sexos, se produce el deseo de ver, poniéndose en marcha su virilidad mediante la competencia con otros varones, pero sin llegar a aceptar la pérdida, la ausencia de aquella plenitud.

Para el psicoanálisis la sexualidad es inconsciente, queriendo con esto decir que es particular para cada sujeto.

Jacques Lacan partió de interrogaciones que Freud dejo sin respuesta acabada, respecto de la diferencia y de la alteridad.

Fue así que elaboro la feminidad como lugar no fálico, como un lugar del goce Otro.

Es este el goce que hace que una mujer sea no toda, porque calla ese goce, o bien porque no lo conoce, o porque se ausenta de sí misma.

Pero para que este goce sea Otro, como lo dice Lacan, hace falta que no sea.

Es decir, ningún significante puede representar a otro, porque si así fuera seria representarlo en una cadena significante infinita.

Hoy asistimos a lo que podemos llamar la metonimia de los objetos y sujetos que son llamados a encarnar ese lugar del Otro que no existe, apareciendo consecuencias no esperables, tales como la violencia, la segregación.

Estas apariciones que hacen suponer que el Otro existe, que hacen suponer al mismo tiempo que el Otro no funciona, podemos decirlo al modo en que lo dice Eric Laurent, cuando se refiere

a la función y el uso del nombre del padre en esta época, dice EN NUESTRA CIVILIZACION SE PRESCINDE DEL NOMBRE DEL PADRE, SOÑANDO CON NO SERVIRSE DE EL.