

Alejandro Willington
“Lacan señala que es curiosamente de la mujer -y no del hombre- de quien se dice que es viril», nos propone la comisión organizadora. Redoblemos la paradoja señalando que también se dice de algunos hombres que exacerban su virilidad hasta feminizarse. ¿Cuál es entonces la clave de este semblante que, si se exagera en su prestancia, tanto en la vertiente del ser como en la del tener, a unas las dota de un imaginario hiperviril, y a los otros les desdibuja esa apariencia de hombría por el exceso de los atributos con que se inflan o adornan? No hay virilidad sino está consagrada por la castración, este es el secreto de la paradoja, puesto que el significante que da la clave de ese semblante viril es la marca de una ausencia que cava para el deseo la falta que lo determina. Quizás esta perspectiva, clásica en obra de Lacan, pueda ser enriquecida en nuestras próximas jornadas con variedades nuevas, más bizarras u originales, de las virilidades contemporáneas.

Patricia Moraga
Al ser hablante, la sexualidad le adviene por los significantes, y hay un solo significante, el fálico, para los dos sexos. La identificación viril de una mujer al deseo del hombre constituye el nudo del síntoma histérico. Esta identificación se centra en el fantasma. Parece una mujer; ¿quién sabe?; ¿cómo estar seguros? El fin de análisis implica el atravesamiento de este impasse subjetivo que es el fantasma fálico.

Fernando Mo
Podría decirse que es necesario que el hombre sea curioso de la mujer. Definido por su relación con ésta deberá vehiculizar su cortejo de hablante en un discurso, lo que le plantea el problema de ‘hacer de hombre’. Ella es ‘la única que puede dar su lugar al semblante como tal’ por ser lo antagónico de éste. Al volverla partenaire de un saber sobre el falo, ‘la otra parte’ es la hora y la verdad de su virilidad: ‘ella llegará a dar peso incluso a un hombre que no tiene ninguno’.”[1]
[1] Lacan, J., El Seminario, Libro 18, “De un discurso que no fuera de semblante”, pp. 30-34.

Mariana Gómez
Lacan nos dice que la función del vir es impactante y nos desafía a mostrarle un tipo que sea viril en nuestros días. Sólo de una mujer se dice que es viril. Pero Las once mil Vírgenes, de La leyenda dorada, es un modo de expresar lo no numerable de una mujer. Viril y virgen. Como lo hubiera dicho Freud: “dos círculos de representaciones que, sin ser opuestos, son ajenos entre sí”. Entonces, no hay una que contradiga que no es verdadero que la función fálica domine lo que refiere a la relación sexual.