

César Mazza
Jugando a Queneau (*)
El masculino ya está hecho, un varón se inventa ready-made (**). Lo femenino para un hombre puede presentarse en términos de no saber qué hacer con la inutilidad. Se trata entonces de un objeto o actividad no susceptible de ser absorbido por un funcionamiento utilitario de conveniencias. ¿Un ejemplo? Consideremos cierto goce del disparate en una conversación o en un juego verbal sin ninguna finalidad o télos finalista. Un hombre tal vez, efecto de la experiencia analítica, podrá inutilizar una rutina, un padecimiento habitual y jugar la comedia de los sexos sí arma cada vez su ready-made.
(*) Cf. Raymond Queneau “Ejercicios de estilo”.

Jorge Assef
Si bien Lacan dice: … lo viril, tal como lo conocemos, es una creación de discurso [1]. Y aunque en el Seminario 19 leemos: … solo de una mujer se dice que es viril…[2]. No podría afirmar que a lo largo de su obra Lacan mantenga separadas las aguas de lo que serían los semblantes de la virilidad asociados a la potencia fálica por ejemplo, de la posición masculina, dividiéndolos en esas dos nominaciones “virilidad” vs. “masculinidad”.
Lo fundamental es que Lacan no concibe la posición masculina como una identidad hasta el final de su enseñanza cuando la ubica como el efecto de la elección que un sujeto hace entre dos lógicas que inscriben de modo diferente el goce: todo falico / no-todo fálico. Sin embargo me sigue gustando la expresión que utiliza en La Dirección de la Cura cuando se refiere a Freud como un “Hombre de deseo”. El par hombre-deseo implica ligar la masculinidad al acto de alojar la falta mas allá de cualquier semblante fálico, para darle lugar a aquello que se quiere, aún arriesgando lo que se cree tener.
[1] Lacan, J. El seminario Libro 17 El Reverso del Psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires – 2002. pag 58
[2] Lacan, J. El seminario Libro 19 Aún. Paidós, Buenos Aires – 2011. pag 200

Sabina Serniotti
Entiendo a la masculinidad como un atributo que se corresponde a una clase sexual , la de los hombres, aun cuando la misma, transmute en la época. Y a la virilidad mas como algo del orden de un uso que se hace de ese atributo, un fantasma que a su vez tapona con un objeto, la falta de la castracion. Entonces al hablarse de las virilidades, al pluralizarse el conjunto es donde puedo ir pensando una lógica no toda viril.

Sohar Marcelo Ruiz
Sorpresa! es el efecto que precede la respuesta. Una tensión: no hay equivalencia entre virilidad y masculinidad es la respuesta anticipada a la pregunta. A la creciente decadencia de las insignias a que identificarse con el tipo ideal del sexo masculino desbrozadas por Lacan desde Juanito, le corresponde una decadencia de la función paterna. Pocos hombres que aceptan tomarla a su cargo. Oportunidad a una pluralización de la virilidad: Identificaciones menos solidas que soporten la diferencia. Que hagan lugar al Otro Sexo, advertidos de la existencia de un Otro Goce mas allá del fálico. Que tomen a las mujeres, no solo como soporte del a.

Luciana Rolando
La virilidad. La masculinidad. Ambos son nombres femeninos según el diccionario. La segunda define más bien una cuestión de género que lo diferencia al varón de la mujer. La primera está más asociada a la energía y la fuerza. Habría allí una diferencia sutil. Ya que si no está la energía y la fuerza lo viril queda excluido. Sea una o la otra ¿son un modo de nombrar lo femenino?, ¿serán ambos los nombres de una ficción?