“¿Dónde están los hombres? Del fantasma a los tiempos del declive la virilidad”

Recorte del texto de Christiane Alberti que se encuentra en Hebdo Blog 100, Orientation

Para interrogar la novedad en esta cuestión, he vuelto al modo en que Lacan, con el pase intenta resolver el mayor obstáculo al fin del análisis mencionado por Freud, a saber la aspiración a la virilidad por los dos sexos. La tesis de Lacan es que este obstáculo se juega en la escena del fantasma. J.-A. Miller da todo su peso a esto: la aspiración a la virilidad es de orden fantasmático, se apoya en la sutura del –ϕ por a, se sostiene de la elevación fantasmática del falo (es por otra parte en virtud de esto que el obstáculo fantasmático puede ser superado, dejado atrás, atravesado) y precisa lo siguiente: “En esto mismo reside la institución del sujeto delineada por Freud, en el carácter radical de la institución fálica del sujeto por el sesgo de un fantasma, que siempre es fálico”. La virilidad es por excelencia del orden del fantasma. El fantasma es entonces la máquina de virilizar a los seres hablantes machos o hembras.

Por lo tanto, se trata de destituir al sujeto de su fantasma fálico. ¿Qué pasa hoy si leemos las grandes fracturas “como el orden viril retrocediendo frente a la aspiración a la feminidad” (J.-A. Miller)?

En su conferencia “Kojève, la sabiduría del siglo”, del 27 de junio del ’94, J.-A. Miller vuelve sobre el breve artículo de Kojève “El Último Mundo Nuevo” cuya lectura recomienda Lacan al final del Seminario 6 para informarse de los profundos cambios en las relaciones entre los sexos. Kojève, no sin ironía, inscribe las dos primeras novelas de Françoise Sagan en la época del saber absoluto y de la democracia: el fin del proceso histórico que data de las conquistas napoleónicas. Rinde homenaje a Sagan por haber hecho estallar la verdad de este período: aquella “de un mundo (visto por una joven) que es nuevo en tanto está completa y definitivamente privado de hombres”: el mundo de todos semejantes, sin heroísmo masculino donde las jóvenes mujeres ya no pueden “ser entregadas ni tomadas, sino deben contentarse con dejarse hacer”. La época del saber absoluto es entonces “correlativa del declive y aun de la desaparición de lo viril”: ¿dónde están los hombres? A la declinación del padre, Kojève agrega la crisis de lo viril. Esta se remonta según J.-A. Miller a un período muy anterior, desde el tratado del XVI° siglo de Baldassar Castiglione en el que el ideal del caballero debía ajustarse al espíritu, la gracia, la música y los buenos modales del hombre de la corte.

En tal contexto discursivo, ¿no se debe leer nuestra época como una respuesta a la desvirilización? Estamos en la era de la omnivirilización de los semblantes, donde todo se pone a funcionar como el órgano viril. La figura de Terminator (armazón de hierro con apariencia humana) brindaría de algún modo el principio del fantasma de la época “pornográfica”: los héroes/actores porno son en suma la presa cautiva de una competencia de virilidad, máquinas de erección condenados al goce perpetuo, derrotados en su prestigio viril.

Traducción: Eugenia Leale
No revisada por el autor