«¿Por qué no admitir en efecto que, si no hay virilidad que no sea consagrada por la castración , es un amante castrado o un hombre muerto (o incluso los dos en uno) el que se oculta para la mujer detrás del velo para solicitar allí su adoración, o sea desde el lugar mismo mas allá del semejante materno de donde le vino la amenaza de una castración que no la concierne realmente?».

Jacques Lacan, Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina, en Escritos 2, Siglo XXI Editores, 2001, pág.: 712.