Argumento

Todo ser hablante puede tener acceso a la virilidad. Sin embargo, no es la misma para todos. No hay un uno que pueda constituir un universo. Hay, en cambio, la pluralidad, la multiplicidad, lo heterogéneo, incluso una infinitización de versiones posibles. Hablamos por ello, de las virilidades de hoy y nos interrogamos sobre la forma en que eso se puede anudar con el inconsciente de cada quien.

Sigmund Freud hizo del Edipo la vía regia para acceder a la virilidad por medio de la identificación con el padre cuando éste se vuelve preferible a la madre, en tanto portador del falo. De esta manera, no solo separó la virilidad de cualquier referencia biológica o instintual sino que la ubicó en una estructura de lenguaje de la que depende toda sexualidad humana. Lacan, en el Seminario 5, señala que “La virilidad y la feminización son los dos términos que traducen lo que es esencialmente la función del Edipo”(1).

Sin embargo, Freud también dejó abierta la posibilidad de una imperfección en esta estructura que podía generar una serie de “tipos” de hombres, raros, ambiguos. Hombres en los que la norma edípica produce virilidades atípicas, como las de Schreber, la de Juanito, la de Leonardo o la de Don Juan.

Sobre esto volverá Lacan en su desmontaje del Complejo de Edipo, señalando el valor de la metáfora paterna en la introyección de la identificación viril como ideal del yo. Es aquí que el niño se hace de los “títulos” que usará más tarde, cuando se trate de ir al encuentro sexual.

“En cuanto viril, el hombre es siempre más o menos su propia metáfora. Incluso es esto lo que proyecta sobre el término de virilidad aquella sombra de ridículo que igualmente se ha de constatar” (2). Lo ridículo, hermano de lo cómico ¿es acaso ese el único destino de la virilidad?

Más adelante, en la enseñanza de Lacan, con la introducción de las formulas de la sexuación y las lógicas masculina y femenina respecto de la función fálica, Lacan hará hincapié en la categoría de semblante que la virilidad tiene respecto a lo real del goce. Un semblante que toma aquí su función en la articulación de un discurso que intenta poner en relación a los hombres con las mujeres. Lacan señala que es, curiosamente, de la mujer –y no del hombre- de quien se dice “es viril” (3). ¿Qué podemos decir de esta paradoja? ¿Es que la mujer representa “la hora de la verdad” para un hombre, quizás porque ella demuestra que no hay en esa relación más que semblante?

Si Lacan enseña que la relación sexual no existe, se relativiza entonces la función discursiva de la virilidad en tanto respuesta a ese agujero y se pone de relieve su rol en la relación que el ser hablante tiene con su cuerpo y el goce autoerótico que lo agujerea.

Se habla de la declinación de la virilidad que hoy destaca la aparición de hombres bellos, que cuidan la imagen de sus cuerpos en el espejo, como si allí se jugase todo su ser. Gimnasio, prótesis, tatuajes, piercings, cirugías estéticas, toda esa cosmética masculina ¿es viril? Y si es viril ¿de qué virilidad se trata?

Lacan señala en el Seminario 23 que “El goce llamado fálico no es, por cierto, en sí mismo el goce peniano. El goce peniano surge con respecto a lo imaginario, es decir, al goce del doble, de la imagen especular, del goce del cuerpo” (4).  Tenemos entonces, tomando en cuenta esta definición, la posibilidad de distinguir “virilidades” a partir del goce y ya no del semblante.

 Con el goce peniano entra en escena la noción de escabel y su importancia para pensar estas nuevas virilidades y su relación con el inconsciente, que no es ya el que está estructurado como un lenguaje, sino el inconsciente real, aquel en el que “el espacio de un lapsus ya no tiene ningún alcance de sentido”(5).

La práctica analítica – que tiene siempre el deber del aggiornamiento- ha de vérselas con los usos, las ficciones y los gustos que se juegan, caso por caso, en las virilidades modernas en su contraste ¿o no? con las antiguas.

.

Comisión Científica

Ana Simonetti

Luis Tudanca

Jorge Luis Castillo

Referencias

  1. Lacan, J. (1999 [1957-58]) “Las formaciones del inconsciente”, Seminario 5, Buenos Aires, Paidós. Pág. 170
  2. Ibidem. Pág. 201
  3. Lacan, J. (2012 [1971-72]) “… O peor”, Seminario 19, Buenos Aires, Paidós. Pág. 200
  4. Lacan, J. (2006) [1975-76]) “El sinthome”, Seminario 23, Buenos Aires, Paidós. Pág. 55
  5. Lacan, J. (2012 [1973]) “Prefacio a edición inglesa del Seminario 11”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós. Pág. 599