De buenas intenciones…
Jorge Assef
…las piedras con las que tropieza su paciente
no son más que los adoquines
de sus propias buenas intenciones
Jacques Lacan (Otros Escritos, p.355)
Con esta indicación Lacan intenta explicar en su escrito “La equivocación del sujeto supuesto saber”, lo dañino, o cuanto menos inútil, que puede resultar la interpretación cuando el analista se orienta por el bien.
Tal como se desprende del argumento de nuestro próximo coloquio, la subversión del discurso analítico es que no promueve los ideales de felicidad y progreso del amo contemporáneo, sino que apunta a un saber hacer con aquello ineliminable del goce. Ahora bien, que en el camino que coduce a esa invención el sujeto encuentre efectos terapéuticos es algo que se da por añadidura[1], y contamos con ello.
Dicho esto, y aunque desde Freud estamos prevenidos de los peligros del «Furor Sanandis”, evidentemente la pendiente que muchas veces conduce a que las intervenciones clínicas se deslicen por la vía de las buenas intenciones no es una cuestión sencilla de resolver.
Una respuesta a este problema podría encontrarse cuando Lacan plantea que si en la interpretación el analista despliega un
“…moralismo bendecidor (…) Es decir que se cubre por no actuar en todos los casos sino por el bien: conformismo, herencia, fervor reconciliador”[2], es porque lo que se juega es su propia satisfacción.
Sucede que “las buenas intenciones” generalmente se encarnan en cada uno a partir de las coordenadas del fantasma, entonces de lo que se trata es de la neurosis comandando. Esta es la razón por la cual a las “mejores intenciones” la Orientación Lacaniana le opone una formación que se decide en el análisis de cada practicante.
[1] Lacan, J.: “Variaciones de la cura tipo”, Escritos 1, p.312. Siglo Veintiuno Editores., Bs. As. 1991.
[2] Lacan, J.: ”La equivocación del sujeto supuesto saber”, Otros Escritos, p.355. Paidós, Bs. As. 2012