La cojera del síntoma
María Cristina Giraldo
Me oriento por una afirmación de J.-A. Miller, “…lo que Lacan llama sinthome es la tautología de lo singular”,[1] para ponerla en oposición a las paradojas del bien. Con el discurso analítico hacemos inconsistir el ¡TODO BIEN! con la lógica del no-todo. Con la acción lacaniana subvertimos al amo para que lo singular de cada parlêtre pueda tener un chance. La universalidad del amo hace paridad con la cuantificación estadística de la vida, que nos hace comparables y nos pone del lado del todos. Esta lógica ¿no se asemeja a las ficciones fantasmáticas, en tanto estas hacen consistir las identificaciones del Ser para el Otro como defensa al Uno del goce, que es lo singular irreductible e incomparable?
Si lo que tenemos entre manos es el Uno del goce y no hay cura posible del soy como gozo, sino formas de arreglo sinthomáticas, tendremos que aceptar que un final de análisis deja restos del síntoma y del fantasma, en tanto el goce no se deja resolver en la significación fálica. No hay pase perfecto porque se trata de las formas de arreglo singulares con lo incurable de cada uno. Al ¡TODO BIEN! que promete la curación y la felicidad, se opone el inconsciente, y con este lo que tropieza, la una equivocación y la posibilidad de un andar no-todo bien, en el que cada uno cojea mejor con la singularidad de su síntoma.
[1] Miller, J.-A., “Singularidad”, Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 100.