Freud, S. (1912), “Sobre la dinámica de la transferencia”, Obras completas, Volumen XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“Es innegable que domeñar los fenómenos de la transferencia depara al psicoanalista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes; pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie.” p. 105

Freud, S. (1919) “Recordar, repetir, reelaborar”, Obras completas, Volumen XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“Solo en el apogeo de las resistencias descubre uno, dentro del trabajo en común con el analizado, las mociones pulsionales (…) En esas circunstancias, el médico no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado, pero tampoco apurado.

En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza de trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo.” p. 157

Freud, S. (1919) “Lo Ominoso”, Obras completas, Volumen XVII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“El factor de la repetición de lo igual como fuente del sentimiento ominoso acaso no sea aceptado por todas las personas. Según mis observaciones, bajo ciertas condiciones y en combinación con determinadas circunstancias se produce inequívocamente un sentimiento de esa índole.” p. 236

“(…) lo «ominoso». No hay duda de que pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror; y es igualmente cierto que esta palabra no siempre se usa en un sentido que se pueda definir de manera tajante. Pero es lícito esperar que una palabra-concepto particular contenga un núcleo que justifique su empleo. Uno querría conocer ese núcleo, que acaso permita diferenciar algo «ominoso» dentro de lo angustioso.” p. 219

“La palabra alemana «unheimlich» * es, evidentemente, lo opuesto de «heimlich» {«íntimo»}, «heimisch» {«doméstico»}, «vertraut» {«familiar»}; y puede inferirse que es algo terrorífico justamente porque no es consabido {bekuiint) ni familiar. Desde luego, no todo lo nuevo y no familiar es terrorífico; el nexo no es susceptible de inversión. Solo puede decirse que lo novedoso se vuelve fácilmente terrorífico y ominoso; algo de lo novedoso es ominoso, pero no único. A lo nuevo y no familiar tiene que agregarse algo que lo vuelva ominoso.” p. 220

Freud, S. (1920) “Más allá del principio del placer”, Obras completas, Volumen XVIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“¿Puede el esfuerzo {Drang} de procesar psíquicamente algo impresionante, de apoderarse enteramente de eso, exteriorizarse de manera primaria e independiente del principio de placer? Comoquiera que sea, si en el caso examinado ese esfuerzo repitió en el juego una impresión desagradable, ello se debió únicamente a que la repetición iba conectada a una ganancia de placer de otra índole, pero directa.” p.16

“Para hallar más inteligible esta “compulsión de repetición” que se exterioriza en el curso del tratamiento psicoanalítico de los neuróticos, es preciso liberarse de un error, a saber, que en la lucha contra las resistencias uno se enfrenta con las resistencias del inconsciente.” p. 19

Freud, S. (1922), “Psicoanálisis y teoría de la libido”, Obras completas, Volumen XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“Un malicioso malentendido, justificado sólo por la ignorancia, es creer que el psicoanálisis esperaría la curación de los trastornos neuróticos del «libre gozar de la vida» sexualmente. Cuando hace conscientes los apetitos sexuales reprimidos, el análisis posibilita, más bien, dominarlos en un grado que antes era imposible a causa de la represión. Con más derecho se diría que el análisis emancipa al neurótico de los grilletes de su sexualidad.” p. 247-248.

Freud, S. (1930), “El malestar en la Cultura”, Obras completas, Volumen XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. («Eso no anda sin construcciones auxiliares», nos ha dicho Theodor Fontane.») Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas.” p. 75

“Desde tres lados amenaza el sufrimiento; desde el cuerpo propio, que, destinado a la ruina y la disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma; desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras; por fin, desde los vínculos con otros seres humanos. Al padecer que viene de esta fuente lo sentimos tal vez más doloroso que a cualquier otro.” p. 76

“(…) tropezamos con una aseveración tan asombrosa que nos detendremos en ella. Enuncia que gran parte de la culpa por nuestra miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura; seríamos mucho más felices si la resignáramos y volviéramos a encontrarnos en condiciones primitivas. Digo que es asombrosa porque, comoquiera que se defina el concepto de cultura, es indudable que todo aquello con lo cual intentamos protegernos de la amenaza que acecha desde las fuentes del sufrimiento pertenece, justamente, a esa misma cultura.” p. 85

Freud, S. (1937), “Análisis terminable e interminable”, Obras completas, Volumen XXIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

“Si un conflicto pulsional no es actual, no se exterioriza, es imposible influir sobre él mediante el análisis. La advertencia de no despertar a los perros dormidos, que tan a menudo se opone a nuestros empeños por explorar el mundo psíquico subterráneo, es particularmente ociosa respecto de las constelaciones de la vida anímica. En efecto, si las pulsiones crean perturbaciones, eso es prueba de que los perros no están dormidos (…)” p. 233

“Detengámonos un momento para asegurar al analista nuestra simpatía sincera por tener que cumplir él con tan difíciles requisitos en el ejercicio de su actividad. Y hasta pareciera que analizar sería la tercera de aquellas profesiones «imposibles» en que se puede dar anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado. Las otras dos, ya de antiguo consabidas, son el educar y el gobernar. No puede pedirse, es evidente, que el futuro analista sea un hombre perfecto antes de empeñarse en el análisis, esto es, que sólo abracen esa profesión personas de tan alto y tan raro acabamiento. Entonces, ¿dónde y cómo adquiriría el pobre diablo aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? La respuesta rezará: en el análisis propio (…)” p. 249-250

“¿Es posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante la terapia analítica, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional patógena dirigida al yo? Acaso no sea ocioso, para evitar malentendidos, puntualizar con más precisión lo que ha de entenderse por la frase «tramitación duradera de una exigencia pulsional». No es, por cierto, que se la haga desaparecer de suerte que nunca más dé noticias de ella. Esto es en general imposible, y tampoco sería deseable.” p. 227