Gustavo Dessal – AME de la ELP

“A contrapelo del sexo pensado a partir del ser (“¿Soy hombre o mujer?” “Soy una mujer cautiva en el cuerpo de un hombre”, o “Soy un hombre que ha nacido en un cuerpo equivocado”), Lacan va a sostener la imposibilidad de que el psicoanálisis pueda fundar una nueva ontología, porque el goce del cuerpo que especifica al ser hablante no constituye en verdad un ser, no instaura ninguna clase de esencia, de allí que solo “para abreviar” Lacan se permite emplear los términos “hombre” y “mujer”. Lo real es esa anomalía producida por lo simbólico y que su vez redunda en una “deformación» de lo simbólico. Lo que en psicoanálisis llamamos “sexualidad” -que como vemos no se limita a una cuestión de identidades- es precisamente esa anomalía donde tienen cabida todos los fenómenos que circunscribimos bajo los conceptos de libido, de goce y de pulsión.

Sin duda, “la no relación sexual” presupone no obstante alguna clase de diferencia sexual, de lo contrario sería incongruente postular que determinada relación no se produce. El Uno, el significante que se afirma como uno y no en la formulación clásica de la pareja significante, es un Uno paradójico, un Uno que es menos que Uno (todo el desarrollo lacaniano que conocemos bajo el acápite de la “falta en ser”) pero también es más que uno, es mayor que la unidad, puesto que se acompaña de ese excedente que denominamos goce. De allí que el Uno no solo no permite una unidad, sino que se halla en un perpetuo conflicto consigo mismo. Ese descentramiento o inconsistencia del Uno lo inhabilita para constituir un ser que pueda identificarse a sí mismo como uno. De allí que -con independencia del diagnóstico de base que podamos suponer en cualquier caso de sujeto transgénico- su certeza ontológica constituye en sí misma un fenómeno singular, como lo es la percepción pseudoalucinatoria de la imagen corporal en la anorexia.”