El impacto freudiano
El Psicoanálisis produce un escándalo en su época -como así lo reconoce el mismo Freud- al poner en cuestión las opiniones populares sobre la sexualidad, no solo separándola de manera tajante de la genitalidad y de la reproducción, sino también afirmando la variabilidad del objeto de la pulsión. Objeto que puede ser externo pero también una parte del propio cuerpo, ya que lo que la pulsión busca es su satisfacción[1]. Como ha afirmado Freud desde sus primeros trabajos, la pulsión sexual no está soldada al objeto, es al comienzo independiente de este y tampoco “debe su génesis a los encantos del mismo”[2]. En efecto, para Freud no había un objeto predeterminado por la especie en el lazo sexual. Desde ese punto de partida, había que explicar cómo alguien devenía fetichista, homosexual o heterosexual, etc.
Asentado en la prevalencia del padre y la lógica fálica, Freud aborda el Otro sexo a partir de reconocer que escapa a esa lógica y a la incidencia paterna, en todos los seres hablantes, acentuando lo que llamó “bisexualidad”, “que resalta con mucho más nitidez en la mujer que en el varón”, si bien concierne a ambos[3].
Pero, y ahí el impase freudiano, la lógica falo-castración deja afuera lo relativo a la separación, que no solo implica el fantasma y el objeto a, sino también a ese Otro del que estamos radicalmente separados.
El impacto lacaniano
Lacan, prontamente centra sus formulaciones en la caída del patriarcado, aquel que primó en Occidente durante largo tiempo, interrogando a las mujeres analistas acerca de ese goce silencioso, rebelde al Nombre del Padre, en tanto consideraba que -y le hablaba a los psicoanalistas- “no hay esperanza para un occidentado”[4].
El occidentado es aquel que ha interpretado el accidente del trauma de manera occidental. Es en su retorno de oriente que Lacan plantea otros modos de interpretar el trauma. De hecho, finalmente se separa del inconsciente freudiano y patriarcal, hacia un inconsciente real y le termina endilgando a Freud su “prosternación ante el falo” y la religión.
A su vez, Lacan anticipa la caída de la concepción patriarcal con sus efectos en la práctica sexual y en las identidades que cada quien asume respecto del género. Pasaje del género binario pret a porter de la estructura edípica a la multiplicidad de la decisión subjetiva y singular respecto del sexo. Singularidad que se diferencia de aquello de lo cual goza la civilización actual, a nivel social. Como lo señaló recientemente J.A. Miller, “El Uno está muerto, viva lo Múltiple!…esta dinámica es, y podríamos sostenerlo conforme a la lógica del no todo que Lacan formuló como propia a la posición femenina y que hoy prevalece en todas partes en la civilización, al menos en la nuestra.”
Las cuestiones de género “tienen peso en la evolución de las costumbres…inspiran la legislación de varios países…dice algo muy profundo sobre nuestra actualidad.”[5]
El enigma del goce femenino, opaco al sentido, confrontó a los psicoanalistas con el “rechazo a la feminidad” entrelazada en los atolladeros particulares. Por ello, cuando Lacan lo aborda en los años setenta, extrae de los textos freudianos “el decir de Freud”, aun con sus vacilaciones, situando su propio decir que bordea un real que hace agujero: no hay relación sexual. No hay relación sexual pero sí hay relación sexuada y relación significante entre los parletres.
Desde que el lenguaje impacta sobre el cuerpo dejando sus marcas, ya no se trata de la “bisexualidad” freudiana, sino de que el otro sexo es siempre el Otro, femenino, tanto para el hombre como para la mujer. “Hechos de discurso”[6] no se fundan en el sexo biológico, sino en modalidades de goce. Separado de Freud, Lacan afirma que orientarse por el no-todo fálico, implica captar “lo antagónico del goce y el semblante”[7] y que “el sexo no define ninguna relación en el ser hablante”[8]. Lacan en el Seminario 20 dirá: “El Otro, en mi lenguaje, no puede ser entonces sino el Otro sexo”[9].
Subrayar la disyunción entre el goce y el semblante (falo, NP), implica situar el litoral entre el saber y el goce, entre centro y ausencia[10], para tener una chance de que se produzca el viraje hacia lo literal, la letra del sinthoma.
Miller, en su Curso del año 2011[11], ha subrayado el unarismo lacaniano, ya que Lacan derrumba el binarismo al afirmar que “ellos dos no se funden en Uno, ni Uno está fundado por ellos dos”[12], y destaca el abismo que separa Uno del Otro, ese Otro que no existe, “un real del Uno-todo-solo allí donde se diría la relación”[13].
“Hay Uno y nada más”[14] afirma, de manera contundente, lo que proseguirá en sus últimos seminarios a partir de la nodalidad del nudo borromeo.
El Otro sexo es el Otro, un agujero, y es a ese real que el goce “como tal” ex –siste. Bien sabe cada analizante cómo tapona cada quien ese agujero, y puede o no consentir a lo que no hay y ajustarse a lo que hay.
Finalmente, J.-A. Miller dirá que el concepto de género, gender, tocó un punto sensible de nuestro malestar actual en la cultura. De hecho, subraya el valor de significante amo que nombra dicho malestar. Sin embargo, dicho concepto se construye – especialmente por Butler – con la utilización de un vocabulario psicoanalítico deformado. Se trata de «un mal uso de los términos que toma prestados de Lacan y de muchos otros». Tenemos así, el desafío de ubicar lo que el psicoanálisis de orientación lacaniana plantea, y puede aportar, para entrar en el debate actual de nuestra civilización.
Ejes de trabajo
- La no relación – La relación corporal
- Una nueva lectura de la tabla de la sexuación. Lo universal y el no-todo fálico. Lo no binario.
- Lo real del sexo/sexo real
- El goce Otro, lo femenino. Los feminismos.
- Deslizamiento epistémico: del goce femenino al régimen del goce como tal.
- Posición femenina y formación del analista.
- Posición femenina y fin de análisis. La experiencia del goce como tal.
- El goce Uno. Hay Uno
Comisión Científica: Cristina M. de Bocca – Fabián Naparstek – Mariana Gómez
[1] Freud, S. (1915 [1997] “Pulsiones y Destinos de Pulsión” en Obras Completas, Volumen XIV. Buenos Aires: Amorrortu editores. p. 129
[2] Freud, S. (1905 [1996] “Tres ensayos de una teoría sexual” en Obras Completas, Volumen VII. Buenos Aires: Amorrortu editores. p. 134
[3] Freud, S. (1931 [2009] “Sobre la sexualidad femenina” en Obras Completas, Volumen IV. Buenos Aires: Amorrortu editores. p. 229
[4] Lacan, J. (1971 [2009] El Seminario. De un discurso que no fuera del semblante. Libro 18. Buenos Aires: Paidós. p. 113
[5] Miller, J.-A. (2021) ¡Huracán sobre el « gender »! http://www.eol.org.ar/bibl…/lacancotidiano/LC-cero-925.pdf
[6] Ibídem, p.135
[7] Ibídem, p.34.,
[8] Lacan, J. (1971 – 72 [2012] El Seminario. … o peor. Libro 19. Buenos Aires: Paidós. p. 13.
[9] Lacan, J. (1972-73 [1995] El Seminario. Aun. Libro 20. Buenos Aires: Paidós. p. 52
[10] Lacan, J. (1971 [2009] El Seminario. De un discurso que no fuera del semblante. Libro 18. Buenos Aires: Paidós. p. 113
[11] Miller (2011) El ser y el uno, clase ¿qué es lo real?” en Mediodicho 45 La pesadilla. Córdoba: EOL. p. 22
[12] Lacan, J. (1971 – 72 [2012] El Seminario. … o peor. Libro 19. Buenos Aires: Paidós. p. 177
[13] Ibídem, p. 238
[14] Ibídem, p. 191